Nos dejaron sin con qué

Sporting Cristal perdió 0-1 con Cerro Porteño en el Nacional y quedó prácticamente eliminado de la Copa Libertadores 2025. Y no. No fue porque no peleamos. Fue porque ya no tenemos con qué pelear.

Este equipo está fundido. Jugamos con un plantel corto, diezmado, sin jerarquía, con jugadores que —en el mejor de los casos— deberían ser suplentes en un equipo de Sporting Cristal competitivo y que hoy, a pesar del nivel en que están, terminan siendo titulares. Porque no hay más. Porque esto es lo que quedó después de la debacle.

Y si no hay reacción, si no hay rebeldía, si no hay alma, es porque el alma también se quiebra cuando el cuerpo no da más. Este equipo no es tibio por elección. Es débil por construcción. Porque lo construyeron mal, irresponsablemente, sin visión, sin fútbol, sin respeto.

Los cuatro puntos que consiguió Cristal en esta Copa llegaron en partidos donde hubo dos cosas: «fortuna» —que nunca dura— y «pundonor» —que nunca alcanza cuando te falta nivel. Porque, por más ahínco que tengas, sin jerarquía no hay cómo competir en Copa Libertadores. Y es claro que carecemos de jerarquía cuando todo el equipo está remendado, cuando Paulo Autuori tiene que armar un once sólo con lo que queda en pie.

Cerro Porteño lo entendió mejor. Nos jugó con orden y con oficio. Hizo un muy buen primer tiempo, aprovechó la marca complaciente de Rafael Lutiger y después se dedicó a administrar. Nosotros, en cambio, estuvimos nublados desde el inicio y el pundonor, que nos permitió competir en los partidos anteriores de local, no llegó puntual a la cita. Y es que, si gracias a él, en los partidos anteriores llegamos a sentirnos más de lo que realmente éramos, hoy no quedó otra que enfrentarnos a lo que somos: un equipo limitado, corto, sin respuestas.

En el segundo tiempo, Cerro nos dio pelota y cancha. Pero ya estaba todo dicho. El miedo se había metido en el cuerpo del equipo. Se quiso, sí, pero el boicot era interno. Cada vez que se podía atacar, la pelota terminaba yéndose hacia atrás. El bendito pase al arquero. No hay que confundirnos, no fue por táctica (que hasta a Autuori lo desesperaba), sino por miedo. El miedo a fallar, a arriesgar, a dejar expuesta una estructura que ya no soporta ni un desborde más. El árbitro dio diez minutos más, pero pudo dar ochenta. El resultado ya no iba a cambiar.

Ahora, esto no es solo una eliminación, es la consecuencia directa de las decisiones de una dirigencia felona e incapaz que ha destruido el proyecto deportivo de Sporting Cristal. Joel Raffo y su cohorte de miserables nos han convertido en un equipo intrascendente. En uno más. En uno que no asusta, que no propone, que no incomoda. En uno que —a estas alturas— solo resiste por el amor de su gente.

Cristal fue eliminado en el campo, sí. Pero lo habían eliminado mucho antes. Cuando nos dejaron sin jerarquía. Cuando nos mintieron con discursos. Cuando desarmaron un equipo de verdad y nos vendieron humo de cantera y extranjero barato. Eso es lo que más molesta: tener que levantar la resignación como proceso mientras el club se achica, se apaga, se vuelve irrelevante. Pero gracias a Dios, hay algo que no han podido destruir y es la lealtad de su gente que viene sosteniendo la lucha desde hace semanas y, aunque hubo breve tregua, esta no va a detenerse. El dolor es de hoy, pero el amor —como la lealtad— no se mueve.

Todo esto no comenzó hoy. La semana pasada ya veníamos cediendo terreno emocional.
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