Sporting Cristal goleó 4–1 a Comerciantes Unidos aprovechando la expulsión rival que abrió el partido. Con espacios, el equipo se soltó, Ávila marcó doblete y alcanzó los 140 goles históricos. Buen resultado, pero engañoso: la mejora llegó solo ante un rival con diez. Aún falta fútbol y claridad real.
Sporting Cristal volvió a perder y confirmó su derrumbe institucional. El equipo juega sin rumbo, el técnico Autuori repite errores, y la dirigencia —con Raffo, Zevallos y Uribe— hundió al club en la mediocridad y la desconexión con su gente. Ya no es una mala temporada: es la destrucción del club que conocimos.
La derrota en este clásico confirma lo que ya sabemos: Cristal nunca encontró el rumbo en esta temporada. Una planificación desastrosa hecha por sujetos despreciables que creen que saben pero que demostraron no saber nada. Dos viejas glorias que se prestaron para ser marionetas de un pobre niño rico que cree que las cosas vienen porque se las pide a alguien. Un técnico que salió del retiro para retirarnos a nosotros. Cristal se hunde en el conformismo y la mediocridad y deja como recuerdo una temporada para el olvido que se lleva no sólo el futuro inmediato del club sino también la esperanza de que exista un mañana distinto.
Sporting Cristal venció 1-0 a Deportivo Garcilaso en Cusco y rompió su mala racha fuera de casa, pero sin convencer. El triunfo vale por necesidad, no por juego. Hubo orden y un gol de Irven, pero poco más. Lo mejor: Maxloren Castro, que empieza a sostener donde otros se esconden.
Sporting Cristal perdió 3-2 ante ADT en Tarma en un partido que expuso su peor versión: un equipo sin ideas, sin reacción y sin orgullo. Autuori repitió errores, los jugadores caminaron la cancha y el gol rival llegó entre ocho celestes inmóviles. No fue solo una derrota: fue un síntoma de rendición.
Sporting Cristal goleó 3-0 a Ayacucho FC, pero el resultado engaña: fue un partido pobre, aburrido y sin enseñanza. El rival no exigió nada y el equipo no mostró asociaciones ni mejoras. Ganar así no construye. El Clausura exige más: jugar bien, recuperar la idea y no regalar puntos.