Lo que se jugó en São Paulo no fue un partido. La idea misma de partido implica la posibilidad de disputar algo. Ayer no se disputó nada. Sporting Cristal, hoy, no está como para disputar nada. Lo de ayer fue la escena final de una película de horror que todos sabíamos cómo terminaba porque la dirigencia la diseñó con anticipación. Desde diciembre del 2024 prepararon esta realidad nefasta, esta burla a la historia, esta falta de respeto a la hinchada con su (no) decisión de (no) reforzarse; de mantener a un fantoche como entrenador; de liquidar la mina de oro para darle importancia a una agencita de juveniles que solo ficha en su propio patio pero se cree consultora europea; con la soberbia de las pulgas que soñaron alguna vez comprarse un perro (Eduardo Galeano dixit) y que, por esas cosas del destino, ahora que lo tienen no saben qué hacer con él.

Nos vamos de la Copa Libertadores con el recuerdo de Palmeiras aplastándonos 6-0 con una facilidad que hacia el final ya ni celebraron. A ellos les supo a poco. A nosotros, apenas nos alcanzó para caminar la cancha. No rematamos al arco, no generamos juego, no mostramos alma. Y lo más triste es que tampoco sorprendió.
Paulo Autuori intentó contener la tormenta con una línea defensiva de cinco hombres. Pero si te inventas una defensa inédita, sin rodaje, sin cohesión, sin trabajo previo, lo que se consigue no es contención, es exposición. Y nos expuso. Resistimos, con suerte, apenas media hora. Después vino el derrumbe. Un par de genialidades de los atacantes, dos errores en salida y el derrame. Ni siquiera Diego Enriquez, el mejor jugador cervecero a pesar del six pack, pudo salvar la noche.
Durante el colapso total no hubo replanteo. No hubo ninguna reacción ni en cancha ni en banco. Paulo Autuori sabía que estaba todo perdido y nosotros también. El partido se volvió un simulacro. Palmeiras atacaba cuando quería. Nosotros solo mirábamos y hacíamos como si intentáramos ponernos a salvo.
Han pasado horas y lo que está claro es que no podemos seguir hablando de este desastre como si se tratara de un accidente. Porque esto no fue solo una humillante derrota: es la consecuencia directa de una gestión que ha hecho todo mal, que ha vaciado el proyecto deportivo, que solo ha buscado darle trabajo a sus amigos que son uno más inútil que el otro, que ha desmantelado la jerarquía y desarmado la estructura de lo que durante muchos años fue el mejor —y único respetable— club peruano. Esta destrucción —que si hubiera sido metódica no habría sido más eficiente— es culpa de Innova Sports y de Joel Raffo, su operador de turno.
Han reducido a Sporting Cristal a un equipo sin cuerpo, sin identidad, sin capacidad de respuesta. Una marca vacía, un cascarón que viaja por Sudamérica para ser goleado con escarnio. Un equipo que no solo no mete miedo sino que no compite, no incomoda. Un equipo que da lástima.
Lo más grave, sin embargo, va más allá de los goles. Cristal no tiene hoy a nadie que entienda qué significa verdaderamente competir desde lo que somos. Nadie que pueda animarse a corregir y reconstruir el alma deportiva del club. Nos gobierna gente que no entiende este deporte. Que toma decisiones sin haber sentido nunca lo que es jugar (no digamos con la camiseta de Cristal, jugar en general) ni lo que esta camiseta exige en cada pase, en cada marca, en cada silencio de vestuario.
Y mientras la hinchada busca explicaciones (porque a responsables ya los encontramos hace rato), la dirigencia sigue sin aparecer. Sin pedir perdón. Sin tener vergüenza. Hace tiempo que ya no es momento de tibieza. Esto hoy no se arregla ni con refuerzos ni con cambios tácticos. Menos aún cuando cada día que pasa son más las voces que informan que, dentro de la cabeza de Raffo, Gonzales, los Madalengoitia y sus demás payasos, no existe ni siquiera la intención de fingir que buscan un proyecto serio. Lo que hace falta es una sola cosa: Innova tiene que irse. Tienen que vender sus acciones y dejar de usar a Cristal como vitrina para el ínfimo proyecto que es Agref. Porque si no se van ellos, lo que va a desaparecer es el club que conocimos.
Lo de anoche fue el final y, si no se toma una decisión real, firme, histórica, va a ser también el punto sin retorno. Si algo queda en pie, es por lo que aún sentimos. Pero hasta la paciencia del que ama se agota.
Fue nuestra noche más oscura a nivel internacional, lo de Innova y Agref metidos en el club es insostenible e irreconciliable, no pueden seguir, deben largarse.