Donde el aire escasea y las ideas también

La derrota ante Palmeiras, aunque dolorosa, dejó algo que parecía perdido: una señal tenue de que, aun con todas sus limitaciones, a este Sporting Cristal le es posible competir. Pero lo que vino después nos volvió a poner de cara al piso. En Cajabamba, UTC nos goleó con una facilidad que no se explica ni con rotaciones ni con juventud. Fue un desastre. Y fue también una confirmación más de lo que ya sabíamos: que Guillermo Farré no da la talla y que esta dirigencia no tiene idea de a dónde va.

Pero mientras eso se repite en todos lados —la bronca, la frustración, la exigencia de cambios—, hay algo que casi nadie está contando: cómo llega el rival. Porque Bolívar, en su casa, no es un equipo cualquiera. Y porque entender al otro también es parte de entender lo que puede pasar.

Los números dicen que Bolívar cayó en su debut copero: 4-2 de visita ante Cerro Porteño y que, en el torneo boliviano, también viene de perder, esta vez ante Real Tomayapo, un club pequeño que ascendió en 2021 y que este año va undécimo. Pero los números no explican todo. Bolívar es un equipo que propone, que tiene la pelota (73% de posesión en su liga), que remata mucho (más de 17 veces por partido), pero que concreta poco. En defensa, es frágil: le han hecho siete goles en sus últimos tres partidos. Es un equipo que ataca con muchos, pero defiende con pocos.

El brasileño Fábio Gomes es su referencia en ataque. Pero el verdadero motor del equipo es Ramiro Vaca. Él es el que pide siempre, el que filtra entre líneas, el que da el pase que rompe. Cuando Bolívar se enciende, suele ser porque Vaca encontró el espacio. Carlos Melgar llega luego desde atrás con agresividad. Pero todos ellos quedan expuestos si el rival logra superar la primera presión. Y eso, en La Paz, pasa más seguido de lo que se cree.

Es probable que Farré ponga al equipo titular. No hay margen para seguir probando. Pero ese regreso no despeja la niebla: incluso con titulares, este Cristal todavía no sabe a qué juega. Es cierto que Farré ha mostrado más seguridad cuando el equipo espera y contraataca. En ese estilo, la altura puede ser un aliado: Bolívar suele presionar alto y se desgasta rápido si no encuentra el gol temprano. Aguantar los primeros 30 minutos y atacar el espacio cuando avancen puede ser la mejor (o única) manera de hacer daño.

Una posible novedad es la vuelta de Christofer González quien sumó minutos el fin de semana. Si Canchita estuviese bien —algo que en sus últimas presentaciones no se ha visto del todo—, podría ofrecer movilidad entre líneas, cierto equilibrio y un cambio de ritmo que, por momentos, se ha extrañado. No está claro si arrancará, pero ya está disponible.

Bolívar deja huecos. Sus laterales se sueltan, su defensa queda mano a mano, y si no te asustas con la falta de oxígeno, hay formas de entrarle. Cerro lo hizo con ataques directos, rápidos, sin rodeos. Cristal, si es inteligente, podría encontrar ahí una oportunidad. Pero para eso no alcanza con actitud (que ya vimos que este equipo parece tener cuando juega Copa Libertadores): hace falta juego, saber a qué se quiere jugar. Tener una idea y ejecutarla con criterio. Justamente lo que Farré, hasta ahora, no ha sabido ofrecer.

Mañana no se juega la clasificación. Se juega algo más simple y más grave: demostrar que todavía queda algo de fútbol en medio del humo. En todo caso, no es la altura lo que más nos puede costar en La Paz. Es volver a ver a un equipo sin rumbo, que entra a la cancha sin una idea clara y sale sin respuestas.

Allá arriba falta el aire. Acá abajo sigue faltando un plan.

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