Sporting Cristal ganó 2 a 0 en el Callao y alargó su notable paternidad ante Sport Boys quien lleva 19 años sin atinar a nada cuando ve una camiseta celeste al frente. Lo primero que hay que decir —con coherencia— es que este tipo de partidos, contra rivales que no pelean lo mismo que nosotros, son los que definen los campeonatos. Se tenía que ganar, y se ganó. Hasta ahí, todo bien.
Pero si uno rasca un poco más el resultado, encuentra lo incómodo: ganamos, sí, pero sufrimos innecesariamente. Porque Cristal, después del segundo gol —como ya había pasado la fecha anterior— decidió dejar de atacar. No fue que lo arrinconaron, no fue que se cansó. Fue una decisión. A partir del minuto 53, se cedió pelota y campo. Y aunque por momentos hubo orden defensivo, el equipo terminó exponiéndose a errores propios: Nicolás Pasquini, Rafael Lútiger, Martín Távara. La pelota se perdía en salida, no se rechazaba cuando se debía, y se jugaba al borde del colapso. Nos salvó Diego Enríquez. Nos salvaron los palos. Nos salvó la suerte.
¿Por qué se decidió eso? Mi lectura —y la suelto con el riesgo de equivocarme— es que Paulo Autuori está usando estos partidos para trabajar defensa. Él sabe que ese es el gran problema del equipo y está aprovechando marcadores favorables para forjar orden y bloque bajo. ¿Tiene sentido? Puede ser. ¿Es conveniente hacerlo en partidos oficiales, con el marcador apenas 2-0? Ahí sí tengo dudas.
Lo positivo es claro: cinco partidos sin perder, cuatro triunfos, un empate. Dos partidos consecutivos sin goles en contra, algo que no pasaba desde el año pasado. Y el buen momento de Miguel Araujo, quien llegó y potencia incluso a los que antes hacían agua. Lo mismo con Távara, que no borra sus sombras, pero está teniendo luz. Eso hay que decirlo.
Ganar es bienvenido pero ojalá que no se nos haga costumbre sufrir por decisión propia. Este equipo tiene potencial para manejar los partidos sin meterse solo en el barro. Y cuando se mete, aunque salga ileso, deja cicatrices.
Se viene Huancayo, luego Alianza, Melgar y Binacional en Juliaca. Lo duro empieza ahora. Y no estamos para regalar más margen.